El sitio habitual para los libros, cuando ya los hemos leído, es la estantería, suele ser este un mueble que cumple bien su función, sin grandes pretensiones de protagonismo, dejando que resalten los colores de los lomos de nuestros ejemplares. Pero de vez en cuando nos encontramos con estanterías con mucha personalidad, que parecen decirnos que tenemos que escoger muy bien los libros que vamos a colocar en ellas…
Esta quedaría perfecta con los tomos de Mafalda de Quino y Mortadelo y Filemón de Ibáñez.
Este es el sitio lógico del Diario de un caracol de Günter Grass.
Sigmund Freud estaría contento de encontrar su El yo y el ello en este mueble.
Que mejor sitio para El derecho a la pereza de Paul Lafargue.
Tiempo de silencio de Luis Martín- Santos no encontraria sitio mejor.
En esta, por si acaso, Más dura será la caída de Budd Schulberg o cualquier ejemplar sobre la caída del imperio romano, vendrán bien.
En alguna de estas tiene que estar Noche de guerra en el Museo del Prado de Rafael Alberti.
En esta pocas dudas, o un tratado de magia o La insoportable levedad del ser de Milan Kundera.
A gritos nos está pidiendo El viejo y el mar de Hemingway o Moby Dick de Melville.
Resulta hasta insultantemente evidente que La colmena de Cela tiene aquí su sitio.
Aquí entre otras tendríamos que poner La arboleda perdida de Alberti y El árbol de la ciencia de Baroja.
Cualquier cuento de Cortázar y sobre todo Instrucciones para subir una escalera, quedarían perfectos en este mueble.
Y en esta, la cosa está aun más clara, un tratado sobre minimalismo le vendría perfecto.
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