lunes, 17 de diciembre de 2018

A RAFAEL BENITEZ DEL ROSAL







Hoy me gustaría hablar de un libro, y de la persona que me lo regaló. El libro es una edición de 1941, el autor Hendrik W. Van Loon y lleva por título LAS ARTES, en su sobria portada aparece en un suave relieve un bisonte, dentro ilustraciones en blanco y negro y diseminadas por el volumen láminas en color. 






El libro perteneció a un maestro, a un gran maestro, Rafael Benítez del Rosal, que falleció el pasado 22 de noviembre, en la dedicatoria que incluyó cuando me regaló este libro, con mucha modestia, dice que lo poco que nos enseñó de Arte se lo debía en parte a este libro.






Rafael Benítez fue mi maestro de sociales y plástica en 6º y 7º de E.G.B. allá por el inicio de los 70 del siglo pasado, en el colegio López Diéguez.
Llevo estos días desde su muerte intentando entender como un maestro, del que solo recibí clase de dos asignaturas durante dos años, pudo dejar tanta huella en mi.
Hasta 4º de E.G.B. había conocido yo una escuela antigua, oscura, triste, de rosario los viernes, de papagayos aprendiendo rezos, tablas matemáticas o conjugando verbos. En 5º comencé a conocer otra escuela de la mano de un maestro poeta, Manuel de César y en 6º conocí a Rafael, a conocer la historia no como una lista de fechas para aprender de memoria, sino de conocer los hechos históricos, sus posibles causas, sus consecuencias, a pensar, a debatir. Su pasión por la historia del arte, tan contagiosa.
Sus increíbles clases de plástica, aun conservo algunos de los trabajos y los cuadernos de dibujo, en todos ellos se ve su mano, sus trazos con la cera negra sobre mis dibujos, destrozando todas las anteriores normas aprendidas de no salirse de la línea, esos pocos trazos que añadían vida y belleza a aquellos dibujos. Recuerdo una tarde de abril de 1973, Picasso había muerto y Rafael nos puso a usar las ceras para intentar recrear los temas y las formas picassianas, para quien conozca esos años se hará una idea del atrevimiento de Rafael.
 


 



Tras el colegio seguí tropezándome con Rafael, en algunos, entonces aun ilusionantes mítines, en las librerías, en algún concierto, en el cine, siempre en el cine, y en la calle, donde Rafael siempre me preguntaba si había leído los 18 libros, los 67 artículos periodísticos, y visto las 32 películas, que él había devorado desde la última vez que nos vimos.
En estos tiempos de lo políticamente correcto, en lo que todo ofende, Rafael termina la dedicatoria en el libro disculpándose por la letra y culpando de ello a la maldita P.V. todos los que conocíamos a Rafael sabemos lo que significan esas siglas, acuñadas por él durante bastantes años “puta vejez”. La última vez que junto a José Luis Benito, buen amigo y antiguo alumno de Rafael, estuvimos con él, ya no recordaba nuestros nombres, pero aún nos preguntaba por como veíamos la actualidad política, nos decía el libro que estaba leyendo y el trabajo que le costaba terminarlo, pues cuando terminaba una página tenía que volver al principio, porque se le olvidaba lo que había leído. ¡Maldita P.V.!








Solo pretendía con estas líneas agradecerle a Rafael su capacidad para transmitir pasión por la historia, por el arte, por considerar que la principal asignatura de un colegio debe ser la curiosidad, por su sentido del humor y por su amistad. En nombre de algunos amigos con los que he hablado estos días, Modesto Muñoz, Antonio Martínez, José Luis Benito, mi hermano Paco, mi hermana María José, en el mío, y estoy seguro que en nombre de los cientos de alumnas y alumnos que hemos tenido la suerte de encontrarnos con el maestro Rafael Benítez.
Gracias Rafael.