"Pues ya que conmigo
tenía poca caridad, consigo usaba más. Cinco blancas de
carne era su ordinario para comer y cenar. Verdad es que
partía conmigo del caldo. Que de la carne, ? tan blanco
el ojo! Sino un poco de pan...Los sábados cómese en
esta tierra cabezas de carnero y enviábame por
una...aquella la cocía y comía los ojos y la lengua y
el cogote y sesos, la carne que en las quijadas tenía, y
dábame todos los huesos roídos... A cabo de tres
semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza, que no
me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime
claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me
remediaran..."
El Lazarillo de Tormes
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